jueves, 14 de febrero de 2013

ISADORA DUNCAN: DIOSA DE LA DANZA MODERNA


Isadora Duncan es considerada por muchos la madre de la danza moderna dejando un gran legado en esta disciplina. Bailarina, coreógrafa, maestra de baile, pensadora y creadora de una de las primeras técnicas de la danza moderna, no solo tuvo una vida bastante atormentada sino que sucumbió de forma trágica e incluso se diría que irónica.

Nació en la primavera de 1878 en San Francisco y desde muy temprana edad, la pequeña Dora Angela, que pasaría a llamarse Isadora más tarde, tuvo que enfrentarse a graves problemas. Su familia estaba arruinada y su padre acabó en la cárcel acusado de fraude bancario. Pero el ambiente musical promovido por su madre, que se encargó de educar a sus hijos y, de paso, intentó ganar algo de dinero impartiendo clases de piano, hizo que a la futura bailarina se le colara el ritmo en lo más profundo de su alma. Tan solo con cinco años, Isadora enseñaba a bailar a las niñas de su vecindario, diciéndoles que movieran los brazos como si fueran las olas del océano. Ya entonces mostraba una sensacional capacidad para la danza.

Isadora Duncan tenía una fuerza de voluntad inquebrantable: surgió de la nada, aprendió sola, luchó contra todo tipo de obstáculos y, finalmente, triunfó. Su estilo de danza era radical, novedoso, fresco y, precisamente por su descarada naturalidad, se convirtió en uno de los iconos del siglo XX. Tuvo que aguantar críticas destructivas, abucheos y hasta insultos, pero marcó toda una época. Sus bailes cargados de sensualidad con movimientos libres y fluidos que expresaban emociones internas, causaron gran expectación en la sociedad del entonces, la cual consideraba que eran más propios de invocaciones a Satán que de una jovencita con ansias de triunfar. Eligió el feminismo entre la presión calvinista y el credo católico. Le encantaban los cánones de belleza de la antigua Grecia inspirándose en ellos y en sus danzas tradiciones y bailes sociales. De ahí que en sus actuaciones vistiera con túnicas transparentes y con los pies, brazos y piernas desnudos y su largo cabello suelto. Pero Isadora no sólo se centró en crear coreografías y desarrollar una nueva técnica de baile. Compartía una visión de la danza como expresión vital de la vida misma. Promovía una filosofía donde la danza ocupaba un lugar sagrado. Y es que Isadora era así en todos los aspectos de su vida, imprevisible, libre y alejada de los convencionalismos. 

En 1890, Isadora empezó a bailar para la compañía San Francisco Barn Theatre. Después de vivir brevemente en Chicago, se mudó a la ciudad de Nueva York, donde empezó a trabajar para la compañía Augustin Daly. Estos primeros intentos artísticos no tuvieron demasiado éxito. En 1899, se mudó a Europa junto a su familia. Primero vivió en Londres y luego se trasladó a París. Fue entonces cuando su extravagante estilo empezó a llamar la atención, desarrollando una nueva forma de baile al compás de la música de grandes compositores como Beethoven, Mozart o Chopin.

Tuvo una hija con el escenógrafo británico Gordon Craig y un hijo con el magnate de las máquinas de coser Paris Singer. Pero desgraciadamante, los dos niños fallecieron en 1913 en un accidente de coche. En 1922, se casó con un poeta ruso, Sergei Esenin, mucho más joven que ella aunque aquel romance no duró demasiado. Tras varios meses recorriendo Europa desenfrenadamente con su amada entre alcohol y lujo, el chico acabó suicidándose, o asesinado según otros. No obstante, y para colmo de muchos, Isadora decidió ser madre soltera y allá donde iba dejaba un rastro de escándalo y morbosos chismorreos, para deleite de los periodistas. Sus líos amorosos con poetas o actrices destaparon su bisexualidad que terminó por convertir su figura en algo singular, odiada e idolatrada a partes iguales.

Con todo, su muerte no fue menos sonada y conocida que su vida, falleció de un modo insólito e intrigante. El 14 de septiembre de 1927, Isadora se encontraba en Niza acompañada por unos amigos. Uno de ellos, quien se dijo que era uno de sus múltiples amantes, un atractivo mecánico italiano, sugirió dar un paseo en automóvil. El coche, un Amilcar, a quien la propia bailarina apodaba alegremente como "Bugatti", no se trataba realmente de un automóvil en toda regla. Era un ciclocar muy de moda en la época, de escasa potencia pero aspecto deportivo, en definitiva descapotable. Pero a pesar de su inofensivo aspecto, se convirtió en un arma letal. Isadora, "la diosa del ritmo moderno", tal y como fue llamada por muchos, vestía con su habitual lujo, incluyendo un echarpe de seda en el cuello, rodeándoselo con dos vueltas. Éste se agitaba libremente al aire de la marcha y todo sucedió en apenas un instante: la pieza de seda topó por casualidad con los radios metálicos de una de las ruedas traseras y se atoró, provocando un efecto  inmediato. El pañuelo se tensó, estrangulando violentamente a esta leyenda de la danza, convirtiéndola en el mito que es ahora.

El legado de Isadora se conserva hoy día gracias a la labor de sus discípulas. Las Isadorables, como así se hacían llamar, eran las alumnas más destacadas de la escuela que Isadora fundó en Alemania y fueron clave en preservar los dotes de ésta. Durante mucho tiempo trabajaron con ella, haciendo presentaciones en Europa y Estados Unidos. Estaban muy unidas, hasta tal punto que todas ellas decidieron adoptar el apellido Duncan.

En la actualidad, hay varias instituciones dirigidas por discípulas de algunas de las Isadorables. Se dedican a presentar las coreografías que aún se conservan de ella y a enseñar su técnica. Una de las más prestigiosas es The Isadora Duncan Dance Company, fundada en 1978 por Lori Belilove. Es conocida por ser la mejor intérprete de las obras de Isadora, ya que estudió con dos de las Isadorables: Anna Duncan e Irma Duncan.





Coreografía interpretada por Loli Belilove, discípula directa de las Isadorables.

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